Hermes Varillas Labrador (Formando Ciudadanía)
2009-02-19 15:49:48 UTC
Aún no tiene título...
Era una semana de agosto. Eran mis primeras vacaciones, ya que tenía 10 años y a esa corta edad ya empezaba a tener conciencia de la diferencia entre juego y diversión con respecto a la responsabilidad del estudio y las tareas escolares. Fui a la playa como recompensa por mi buena aplicación en la escuela, y, de momento, caminando entre las olas me perdí. Tal vez fue descuido de mis padres, o, tal vez una travesura de mi parte, al alejarme imprudentemente. Ciertamente no recuerdo cómo ocurrió.
En el desconcierto de mi incertidumbre no hubo preocupación alguna, pues me divertía caminando por la blanda arena que lamían las olas, lanzando y devolviendo estrellas de mar a su hábitat natural, se me pasaron varias horas del día. No percibía que travieso camino iban dejando atrás mis pequeñas huellas borradas de inmediato por el agua llena de blanca espuma. Era un juego, sin embargo algo me motivaba a hacerlo.
Había leído poco tiempo atrás la historia de Alfonsina Storni y no sentía miedo en absoluto de irme a vivir con los habitantes del submundo marino. Pensaba lo divertido que sería. Ya me imaginaba jugando con las caracolas marinas, y me llenaba de emoción el cabalgar jineteando en tropel fosforescentes caballitos de mar, y disfrutar del paseo con la compañía de sirenitas entre algas y corales…
Y de pronto, oh desilusión, mi sueño y mis planes de redituar la historia de Alfonsina y el mar, se desvanecieron, no sé de qué lugar remoto, o porqué intrincado camino de mi laberinto transitado aparecieron mis padres.